En
medio de tanto éxito de cine nacional, no puedo dejar de pensar en que hay
algún lugar en el infierno guardado para ciertas personas de la Academia
Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, así como en el Instituto
Mexicano de Cinematografía porque, una vez más, se demuestra la poca importancia
que se le da a nuestras producciones, haciendo incluso que parezca una burla o
hasta un concurso de popularidad del cine nacional. ¿Por qué le digo esto?
Porque se dieron a conocer las películas que buscarán representar a México en
los premios Goya y en la próxima entrega del Oscar. Y no es que sean malas
películas –aunque una de ellas no he podido verla por falta de distribución–,
sino que son cintas que nadie, absolutamente nadie, si no forma parte del
círculo editorial del cine, conoce.
Pero
vamos por partes. Primero: ¿quién decide las finalistas a dicha decisión? Si
uno se pone a ver la lista de aspirantes a ello puede encontrar grandes
películas que se justifican en la búsqueda de la representación, pero hay otras
que, francamente, parecen una burla a lo que es el cine que nos debe
representar en el extranjero. Si no, explíqueme por qué las cintas Gloria y
Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero estaban en competencia para llegar al
nombramiento. ¿Quién es el que decide el filtro de cintas? O, peor aún, ¿hay
acaso algún filtro o simplemente se hace una apertura de inscripciones a todas
las cintas que quieran llegarle al tema?
El
cine nacional debe ser tomado con seriedad y no debemos seguir jugando a
disparar al aire escopetazos para ver si le pegamos a un pato, sino que
tendríamos que establecer reglas de participación interesantes que nos permitan
entender las formas de preselección. Y no es que tenga algo contra las cintas
antes mencionadas. De hecho me parecen cintas bien realizadas en cuanto a
técnica cinematográfica pero algo me dice que no es exactamente el cine que
podría competir contra, digamos, la nueva cinta de Michael Haneke.
Por
otro lado, las dos seleccionadas son cintas que no han podido llegar a las
pantallas por una evidente fractura en el sistema de distribución, como siempre
lo hemos dicho. 600 Millas del director novato Gabriel Ripstein es una joya de
película sobre un traficante de armas y el agente estadounidense encargado de
detenerlo. Una cinta que toca las entrañas y que está realizada con toda la
capacidad adquirida por estudios y experiencia y que no puede negar el espíritu
de haber crecido con un padre como Arturo Ripstein. Tirisia, por otro lado, no
tengo idea de qué va, porque no he podido verla en ningún lado y la exhibición
de la cinta en salas mexicanas todavía parece una meta muy lejana.
¿Cómo
podemos generar identidad nacional cinematográfica si el público sigue sin
poder ver las cintas que, según unos cuantos amigos en una sala de juntas,
deciden mandar a representar la industria mexicana del séptimo arte? Ahí otra
prueba más de que algo tenemos que hacer para cambiar el sistema de nuestro cine,
porque parece que hay quienes se empeñan en que siga siendo un parque de
diversiones exclusivo al que sólo se invita a unos cuántos y se deja fuera al
factor más importante del proceso cinematográfico: el público.
ULTIMAS
TOMAS
El
Incidente de Isaac Ezban se ha defendido en la taquilla aún con una
distribución muy pobre. Si la pueden ir a ver, vayan. Y que alguien me explique
por qué no estuvo esta cinta entre las finalistas a representarnos en, por
ejemplo, el Goya.
Se
anuncia un Ciclo de Cine Gótico en la próxima edición del Festival
Internacional de Cine de Morelia. Se presentará Cronos de Guillermo del Toro,
cinta que yo creo es el parteaguas del cine nacional.
Recomendación
de la semana: Everest. Jake Gylenhall da una de las mejores actuaciones de su
carrera en una cinta emocional y emocionante basada en un hecho real. Vayan al
cine a verla.