viernes, 18 de septiembre de 2015

ESCOGIENDO PELÍCULAS PARA EL OSCAR: ¿TÓMBOLA O SERIEDAD?

En medio de tanto éxito de cine nacional, no puedo dejar de pensar en que hay algún lugar en el infierno guardado para ciertas personas de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, así como en el Instituto Mexicano de Cinematografía porque, una vez más, se demuestra la poca importancia que se le da a nuestras producciones, haciendo incluso que parezca una burla o hasta un concurso de popularidad del cine nacional. ¿Por qué le digo esto? Porque se dieron a conocer las películas que buscarán representar a México en los premios Goya y en la próxima entrega del Oscar. Y no es que sean malas películas –aunque una de ellas no he podido verla por falta de distribución–, sino que son cintas que nadie, absolutamente nadie, si no forma parte del círculo editorial del cine, conoce.


Pero vamos por partes. Primero: ¿quién decide las finalistas a dicha decisión? Si uno se pone a ver la lista de aspirantes a ello puede encontrar grandes películas que se justifican en la búsqueda de la representación, pero hay otras que, francamente, parecen una burla a lo que es el cine que nos debe representar en el extranjero. Si no, explíqueme por qué las cintas Gloria y Eddie Reynolds y los Ángeles de Acero estaban en competencia para llegar al nombramiento. ¿Quién es el que decide el filtro de cintas? O, peor aún, ¿hay acaso algún filtro o simplemente se hace una apertura de inscripciones a todas las cintas que quieran llegarle al tema?


El cine nacional debe ser tomado con seriedad y no debemos seguir jugando a disparar al aire escopetazos para ver si le pegamos a un pato, sino que tendríamos que establecer reglas de participación interesantes que nos permitan entender las formas de preselección. Y no es que tenga algo contra las cintas antes mencionadas. De hecho me parecen cintas bien realizadas en cuanto a técnica cinematográfica pero algo me dice que no es exactamente el cine que podría competir contra, digamos, la nueva cinta de Michael Haneke.


Por otro lado, las dos seleccionadas son cintas que no han podido llegar a las pantallas por una evidente fractura en el sistema de distribución, como siempre lo hemos dicho. 600 Millas del director novato Gabriel Ripstein es una joya de película sobre un traficante de armas y el agente estadounidense encargado de detenerlo. Una cinta que toca las entrañas y que está realizada con toda la capacidad adquirida por estudios y experiencia y que no puede negar el espíritu de haber crecido con un padre como Arturo Ripstein. Tirisia, por otro lado, no tengo idea de qué va, porque no he podido verla en ningún lado y la exhibición de la cinta en salas mexicanas todavía parece una meta muy lejana.


¿Cómo podemos generar identidad nacional cinematográfica si el público sigue sin poder ver las cintas que, según unos cuantos amigos en una sala de juntas, deciden mandar a representar la industria mexicana del séptimo arte? Ahí otra prueba más de que algo tenemos que hacer para cambiar el sistema de nuestro cine, porque parece que hay quienes se empeñan en que siga siendo un parque de diversiones exclusivo al que sólo se invita a unos cuántos y se deja fuera al factor más importante del proceso cinematográfico: el público.



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El Incidente de Isaac Ezban se ha defendido en la taquilla aún con una distribución muy pobre. Si la pueden ir a ver, vayan. Y que alguien me explique por qué no estuvo esta cinta entre las finalistas a representarnos en, por ejemplo, el Goya.


Se anuncia un Ciclo de Cine Gótico en la próxima edición del Festival Internacional de Cine de Morelia. Se presentará Cronos de Guillermo del Toro, cinta que yo creo es el parteaguas del cine nacional.



Recomendación de la semana: Everest. Jake Gylenhall da una de las mejores actuaciones de su carrera en una cinta emocional y emocionante basada en un hecho real. Vayan al cine a verla.  

viernes, 4 de septiembre de 2015

¿Quién abre las puertas del streaming?

Conforme pasan las semanas y los meses, me convenzo cada día más de dos cosas con respecto a mi servicio de streaming de Netflix que contraté el año pasado. En primer lugar, que nunca voy a dejar de comprar películas porque, al final, sigue siendo una regla inamovible la frase que dice: “Para saber si algo está en Netflix, sólo debes querer verla. Si la quieres ver, seguro no la encuentras”. Esto porque hace unos días, además, se anunció el término de contrato entre esta plataforma de VOD con uno de los más grandes distribuidores de títulos que decidió firmar contrato con la competencia, lo que deja a septiembre como el último mes para poder disfrutar de más de 60 títulos diferentes que no volverán a aparecer por la pantalla del logotipo rojo. El segundo punto es... ¿En serio estamos aprovechando estas plataformas en la industria de la producción mexicana? Y, tristemente, la respuesta sigue siendo: no.


Vamos por pasos. Muchos andan celebrando el estreno de Club de Cuervos, una serie producida por el mismo equipo que realizó la cinta Nosotros los Noble y que representa la entrada de México en el mercado del streaming con una serie producida en específico para ellos. Pero, ¿y lo demás? ¿Acaso sólo existe Gaz Alazraki en nuestra industria? En las últimas semanas he escuchado de infinidad de contenidos que bien podrían estar en las filas de cualquiera de estos servicios de VOD pero todas las pláticas terminan con el mismo argumento: “Pero no conozco a nadie que me presente al de Netflix”. ¿Es eso en donde estamos en la industria? ¿Seguimos dependiendo de los amigos, compadres, cuates, conocidos, familiares, brothers o demás definiciones que podamos darle al asunto? Tristemente sí. En una industria tan vapuleada por la televisión y por los sistemas de distribución inequitativa de contenidos, parece que seguimos en el juego de que conocer a la gente y jalar palancas es la única forma de sacar adelante un proyecto.


¿Dónde están las iniciativas de apoyo a creadores mexicanos en estas empresas internacionales? La respuesta sigue siendo un misterio, pues los guiones se van quedando guardados en algún cajón o, en su caso, terminan siendo adaptados para películas de poca monta hechas con el sudor de años de trabajo, inversiones imposibles de recuperar y distribución de 5 copias que parece ya hasta una burla para lo que está sucediendo en la industria.


Se dice en los pasillos de la industria que Carlos Slim, a través de la plataforma Claro Video está dispuesto a apostarle. Pero, de nuevo, ¿quién conoce a la gente correcta dentro del corporativo de Carso para presentar proyectos? Al día de hoy, sólo he escuchado de juntas de pitch realizadas directamente al Ing. Arturo Elías Ayub en su calidad de Director General de Claro, pero algo me dice que un Juan Vecino no podrá llegar de manera tan relajada al corporativo de Slim y pedir la cita para hacer la presentación adecuada.


Seguimos teniendo un pendiente con nuestros creadores y, peor aún, seguimos dejando que las oportunidades nos pasen de largo. Esperemos que en los próximos meses eso se corrija. Pues si algo sobra en México, es talento.



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Se presentó Cantinflas en otro festival más. Y se presentó con éxito. Y, mientras, ¿quién está tocando la puerta de su director para impulsar su siguiente trabajo? Nadie...


El guionista de la misma cinta comienza nuevo proyecto de biopic. ¿Cuál es? Aún no nos cuenta, pero espero traerles el chisme en breve.



Recomendación de la semana: El Agente de C.I.P.O.L., una serie de los 60’s revivida en el cine. El resultado: una gran cinta de espías que sabe separarse bien de Bond, Bourne, Hunt y demás estrellas de acción. Henry Cavill y Armie Hammer están increíbles en sus papeles.

viernes, 31 de julio de 2015

¿CINE DE AUTOR O CINE DE ARTE?

Tengo que confesarles algo. Cuando alguien, en cualquier tipo de conversación, comenta sobre el cine utilizando la frase “es que el cine de arte es...” algo en mi causa escozor en el cerebro, se me funden las amígdalas y se me dilatan los poros de la frente nada más del coraje. Y es que esa frasecita de “cine de arte” que, incluso, se puede encontrar en las tiendas de películas o en los ya casi extintos videoclubs, es de las pequeñas muestras de que la comunicación en el cine es importante y una mala comunicación termina por agredir a un público novato. Por eso es que, si usted le busca, encontrará muy pocas “salas de arte” en el país y, por ende, muchos autores que no encajan en el cine comercial terminan viendo sus películas con una distribución que no pasa de las 10 copias, dejando a grandes talentos de la cinematografía perdidos entre deudas y vendiendo hasta el alma para pagar a los acreedores.


Partamos de un simple punto. El cine es un arte. El séptimo arte, de hecho. Y, aunque parezca un absurdo, todo el cine que se hace es arte. Bueno... casi todo, porque me niego a poner en esa categoría a basuras infumables como Transformers: Age of Extinction o hasta basuras extremadamente disfrutables –bajo la premisa del absurdo– como Sharknado 3 que, dicho sea de paso, cuando puedan denle una checada para reír con una de las cintas más ridículas que he tenido el placer de ver. (Ojo, la próxima semana hablaremos del eterno debate entre el cine malo y el cine absurdo, gracias a una conversación que sostuve la semana pasada con un buen amigo). Pero volviendo al tema que nos atañe esta semana, el cine es un arte en si mismo. Por supuesto, como diría Kubrick, es un arte 100% perfectible y que siempre tendrá errores en su desarrollo. Y miren que lo dijo un perfeccionista obsesivo, pesadilla de la sala de edición.


Como en cualquier forma de arte, nos enfrentamos a dos cosas fundamentales. En primer lugar, el hecho de que casi cualquiera puede acercarse y realizar un intento de expresión artística y, de hecho, llamarlo arte. Ahí están muchos ejemplos como Uwe Boll, Aaron Seltzer, Tyler Perry o Raja Gosnell, que lanzan sus bodrios pensando que serán grandes películas y nadie se acerca para decirles algo en el tono de “sí... apestas”. Pero de igual forma uno se puede topar en una galería famosa y prestigiosa a una mujer sentada en una mesa compartiendo un minuto de silencio con quien se siente frente a ella y hay quienes la llaman “la mejor artista viva”, cosa que sigo sin lograr entender, de la misma forma que no entiendo la existencia de Adam Sandler o David Hasselhoff. La segunda cosa a la que nos enfrentamos es, justamente, eso. Siempre habrá un espacio para un público que tenga mal gusto o, para decirlo de manera amable, siempre habrá alguien a quien le parezca necesaria la existencia de cintas como Jack & Jill o Viaje de Graduación.


Por otra parte, el cine de autor es un tema completamente diferente. Ese mal llamado “cine de arte” –título que, además, denota un esnobismo gigantesco ya sea del autor o de su distribuidor– es “de autor” porque hay una constante narrativa en el director que lo separa de los demás y que, además, podemos identificar en casi todas sus cintas como sello indiscutible. Ahí es donde pocos pueden entrar en la lista y donde en tan solo unos planos se puede definir si una cinta la hizo Hitchcock, Kubirck, Coppola, Tarkovsky, Tarantino, Lynch, Cronenberg, Craven, Allen, Burton, Romero, Carpenter, Bergman o Michael Bay. Sí... no se espanten... hablo del Michael Bay antes de Transformers, ese que tiene dos cintas bien merecidas en la exclusiva colección Criterion. Es ahí en donde se tiene que definir el cine de autor y dejar de llamarlo “cine de arte” porque, al final del día, el arte debe ser universal o, al menos, aspirar a serlo. Conozco pocas personas que puedan decir que Van Gogh no les gusta. Pero conozco aún menos que puedan decir que Offret, cinta icónica de Tarkovsky, es algo más que una tortura lenta y salvaje frente a la pantalla. Y le hablo de una ganadora de Cannes.


Así que, ya sabe, la próxima vez que alguien le invite a ver “cine de arte”, tiene dos opciones. Corregirlo y explicarle por qué se debe llamar diferente. O arriesgarse a tirar las palomitas cuando aparezca en pantalla algo como El Niño de Piedra.



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Paramount Pictures acaba de dejar caer la noticia que tiene a muchos babeando. Están considerando distribuir y producir cine mexicano. Calmen las cabras, muchachos... dijo “creo que vendrá en los próximos años”. Ojalá así sea, pero hasta no ver...



Recomendación de la semana: Mission Impossible: Rogue Nation. Una saga que se mantiene fiel a su espíritu. Actuaciones, efectos, secuencias de campeonato. Y, sobretodo, una película bien escrita y aún mejor dirigida. Se rumora que era la última de la franquicia. Ojalá y no. Calificación: 8.5 y, hasta ahorita, la mejor del verano.

viernes, 24 de julio de 2015

¿Y si nos revaloramos como país?



¿Qué tenemos que hacer para revalorar el cine mexicano en nuestro propio país? Con la reciente noticia de la exhibición de un ciclo de cine negro mexicano en el MoMA en Nueva York, además de la confirmación de una materia dedicada a estudiar a profundidad las películas de El Santo en una universidad importante en Reino Unido, uno no puede evitar preguntarse si todo lo que pasa alrededor del cine nacional en el extranjero no es una lección más –sí, una más– de que, como público, algo estamos haciendo mal que no nos permite generar una industria sustentable.

No se trata del romanticismo de llenar las salas de Pedro Infante, Sara García, Cantinflas o Mauricio Garcés –aunque no estaría de más aventarnos en pantalla grande algunos de los clásicos de Joaquín Pardavé, Miroslava o Dolores del Río–, sino de un síntoma interesante de la revaloración que le damos a nuestro cine como elemento de identidad cultural y reconocimiento a cuando nuestro país sí era, en todos los sentidos, una nación cinematográfica digna de atención. Las películas clásicas de la llamada época de oro del cine mexicano parecen condenadas a vivir en la televisión por cable, con un canal dedicado a dichas producciones que, cada vez más, disminuye su audiencia conforme pasan los años. Y mientras tenemos muchos de los más grandes y hermosos teatros para disfrutar del cine, nadie parece querer levantar la mano para aferrar la responsabilidad de llevar a las nuevas generaciones el cine que nos consintió como público durante unos 20 años antes de la debacle del cine de ficheras y la vulgaridad de videohomes que quisieron jugar a la comedia satírica y terminaron en el albur dicharachero.

En el mismo San Luis Potosí existe la Cineteca Alameda, espacio que redefine la palabra “grandeza” en cuanto hablamos de teatros y me dio mucho gusto verla llena para un ciclo de cine de mafiosos que incluía Goodfellas y The Godfather entre otras cintas. Pero, ¿cuándo fue la última vez que se armó un ciclo homenaje a las grandes figuras del cine nacional de la década de los 50? ¿Dónde está la exigencia del público de ver en pantalla a sus grandes figuras? Se lo comento porque, como se puedan dar estas exigencias del público y, a la vez, esta revaloración de personajes de nuestra cultura audiovisual, podríamos también hablar de la construcción hasta de un género en nuestra cinematografía con tantas y tantas ventanas de oportunidad para biopics que, además, ya demostraron que pueden triunfar en taquilla como lo hiciera Cantinflas del director Sebastián del Amo.

Entonces, de nuevo les hago la pregunta. ¿Es responsabilidad de quién el revalorar nuestra industria cinematográfica desde sus orígenes y rendirle homenaje a nuestra historia? Pues sí, como se podrán imaginar, mi creencia es que la responsabilidad es del público que tiene en sus manos la posibilidad no sólo de disfrutar, sino de exigir el cine que quiere y puede ver en enorme cantidad de lugares. No sólo existen las dos grandes cadenas, sino que hay una fuerte cantidad de abanicos de presentación. Y, entonces, conforme recuperemos la capacidad de identidad de nuestro cine nacional, quizá podamos reconstruir una industria que ya existió y que, además, probó una fórmula exitosa en su momento. Sólo se trata de reconfigurar esa fórmula pero sin que olvidemos nuestra historia. Vaya... es la adaptación cinematográfica de que los rascacielos del futuro se construyen con las piedras del pasado.


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Arrancó el Guanajuato International Film Festival. A mi gusto el festival de cine más importante de este país. Proyección de La Maldad de Joshua Gil anunciada. Y me sigo preguntando cuándo llegará a la exhibición comercial una cinta tan bien hecha.

Se anunció secuela de Jurassic World, demostrando que somos capaces de consumir cualquier porquería y hasta sus segundas partes.


Recomendación de la semana: Se las debo. Anduve de viaje y no pude llegar a funciones de prensa. Pero colegas en los que confío coinciden que Pixels es una porquería. Así que tengan cuidado de acercarse a ella.   

viernes, 17 de julio de 2015

Preguntas sin respuesta. EFICINE

Nos quedamos pendientes con el tema de la corrupción del EFICINE en los últimos años hace unas semanas. Y es que en medio de todo lo que ha estado pasando en el mundo del cine, con premiaciones, nominaciones, proyectos anunciados y la vorágine del verano cinematográfico que nomás no termina de arrancar, se nos fueron los días hablando de otros temas. Pero es momento de meterle un poco de fuerza al asunto y hacernos una serie de preguntas que, si tenemos suerte, alguien tendrá respuestas para que se aclare un poco del asunto. ¿Listos?


¿Por qué se crea una ley con huecos que se aprovecharán al primer intento? Durante los primeros años de la ley se abrió la posibilidad de que el contribuyente pudiera recibir participación de la película que apoya, siempre y cuando fuera un contrato entre particulares. Esto fue aprovechado por empresas para aplicar, básicamente, un “a mi me regresas X porcentaje de mi inversión”. Incluso ha habido empresas que llegan a solicitar la recuperación 1 a 1 de su aportación, convirtiendo su contribución fiscal en una inversión. Es más, una de las frases más utilizadas por productores que piden este apoyo a empresas es “convertimos tu pasivo fiscal en un activo”, lo que genera un claro fraude fiscal permitido por medio de contratos que no quedan ligados a la producción de la película y, por ende, no son auditables por el IMCINE. En otros países con sistemas de estímulos similares, intentos así han terminado con condenas por fraude a las empresas que intentaron cometerlos. Aquí... bueno, ¿qué le digo?


¿Quién decide los estímulos específicos que terminan en otras películas? Es sabido por todos que los comités de autorización tienen decisión discrecional sobre los proyectos sujetos a la aprobación de sus estímulos. Lo que nadie sale a decir es que, en muchas ocasiones, quienes realizan toda la gestión, búsqueda, carpetas, presentaciones y relaciones entre la película interesada y el contribuyente, terminan sin los recursos porque “alguien” en el comité del IMCINE decide que mejor caerán los recursos en regla de X contribuyente a la película de alguien más, causando entonces que el contribuyente accede a este beneficio pero que la película que los buscó se queda sin los recursos solicitados. Vaya, el productor termina haciéndole la chamba a alguien más por una intromisión del comité del IMCINE con los contribuyentes de manera directa. El comité no es auditable. ¿Cuándo lo será?


¿Cómo se impulsa la distribución? Se estrenó el EFICINE para la distribución de películas y seguimos esperando que se estrenen cintas de hace tres años en fondos entregados. ¿No era la meta impulsar la distribución de las cintas a través de este nuevo estímulo “corregido y aumentado”? ¿Por qué seguimos viendo lanzamientos de películas que dependen enteramente de las redes sociales de los involucrados publicando la mísera lista de 10 o 15 salas donde se puede ver la cinta durante unos pocos días antes de que salga de cartelera? ¿Y la equidad de pantallas para cuándo?


¿Por qué se siguen entregando recursos a proyectos de directores y productores que han fracasado constantemente en taquilla? Uno de los lineamientos es cumplir con una proyección comercial que permita la generación de una industria sustentable y sana en el séptimo arte de nuestro país. Entonces, ¿cómo es posible que se sigan apoyando a productoras que han demostrado no tener la más mínima idea de lo que se debe realizar en cine y que, en lugar de impulsar la industria nacional, siguen alejando al público con proyectos que rayan en lo lamentable? Es entendible lo atractivo de la “ventanilla única”, pero el comité técnico debería poner especial atención a proyectos que nacen fracasados. Porque bien decía Einstein que la definición de la locura era hacer lo mismo una y otra vez y esperar distintos resultados. Aunque si le entramos a la sospecha, vuelvo a preguntar, ¿quién audita al comité técnico?


Preguntas siguen surgiendo. Y mientras, proyectos siguen sin estrenarse o, peor aún, estrenándose a cuenta gotas. Y el cine nacional sigue siendo una industria de supervivencia y no de sustentabilidad.



ULTIMAS TOMAS

El MoMA en Nueva York presentará un ciclo de cine negro mexicano. Como siempre, la industria extranjera hace las cosas que aquí seguimos ignorando.


Se está trabajando en una alianza con Colombia para realizar coproducciones con México. Habrá que ver los resultados y el proyecto. Promete.



Recomendación de la semana: Ant-Man. Arranca la tercera fase del Marvel Cinematographic Universe con una cinta que puede parecer más pequeña que las grandes Avengers o Iron Man. No se dejen engañar. Aunque parezca más pequeña, es una gran película que demuestra que Marvel hace mucho tiempo le comió el mandado a DC Comics en cuanto a adaptaciones cinematográficas se refiere. Calificación: 8.5

viernes, 19 de junio de 2015

¿Nos une o nos divide el cine mexicano?

En los últimos días, en diferentes programas de televisión y de radio, una pregunta ha aparecido en más de tres o cuatro ocasiones mientras estoy viendo o escuchando. ¿Qué nos une como mexicanos? Obviamente, dependiendo del tema en cuestión del programa mismo, los que están en el panel de invitados terminan hablando de diferentes cosas. Ya sea que nos una el idioma según unos, la insatisfacción gubernamental, según otros o hasta la comida según algunos más, la realidad es que hay tantas cosas que nos unen como país que de pronto me pregunté, ¿por qué el cine no nos une como país? Y es que de las pocas cosas que podemos tener clara en esta especulación nacionalista es que nuestro cine no nos une, sino más bien nos divide o, en el peor de los escenarios, nos une en contra de la industria del cine nacional. ¿Por qué estamos tan empeñados en dividir nuestra industria cultural cuando podríamos tener una de las industrias más fuertes económicamente?


Unos datos para que entendemos el contexto nos vienen bien. De entrada, México es el país consumidor de cine más importante de América Latina. Al menos así se refleja en cantidad de pantallas en el país, pues se tiene una pantalla por cada 23 mil habitantes. El que más cerca nos sigue la pista es Brasil que cuenta con una pantalla por cada 85 mil habitantes, por lo que entendemos que la diferencia es bastante. Sin embargo, esto no significa que tengamos una cobertura total cinematográfica ya que se calcula que arriba del 40% de la población en México no tiene una sala de cine en su localidad. Entonces, ¿somos o no somos un país unido en el cine? La realidad es que si uno revisa las estadísticas de la pantalla se da cuenta que el 89%  de las cintas que exhibimos en México son películas provenientes del vecino país del norte. Y no, no los voy a marear con el tema del TLC y la obligatoriedad de nuestro país para pasar sus películas, pero sí es sintomático darnos cuenta que los mexicanos vemos mucho cine pero vemos poco cine mexicano.


Si bien nos unimos en todos los frentes que podemos como país, incluso los más negativos, también es un hecho que lo más cercano a unión que tenemos en cuanto al tema de la industria cinematográfica nacional es el rechazo inmediato de lo que se produce en México. Y ¿de quién es la culpa de esto? Muchos se desgarran por culpar a un gobierno que no tiene la más mínima idea de cómo contrarrestar el avance del cine internacional en nuestras salas, llegando a catalogarlo con el dramático y exageradísimo título de “colonialismo cultural”, mientras que otros se encargan de culpar a las exhibidoras por una completa competencia desleal frente a películas taquilleras como Los Vengadores, 50 Sombras de Grey y otro tipo de títulos que vienen generados de una industria que entiende el significado de esa palabra. Pero, ¿quién culpa a los productores y directores? Me consta que talento en guionistas tenemos de sobra y mucho de ello lo podemos ver en las filas del teatro que se han visto forzados a engrosar debido a una miserable cantidad de oportunidades para el desarrollo de películas de calidad. No existen productoras en México encargadas de financiar o apoyar proyectos de manera constante, convirtiendo la experiencia y la tarea de hacer cine en nuestro país en un verdadero viacrucis para quienes realizar una película se convierte en ardua labor de hasta tres o cuatro años por cada cinta, periodo en el que en otras industrias directores realizan hasta 4 películas. Pero, ¿cómo podemos culpar a un gobierno o a empresas privadas si los productores no están haciendo lo que les corresponde? ¿Qué les corresponde? Crear películas que apelen al público masivo y dejar de querer educar al público con cintas que sólo están hechas para apaciguar el ego y la soberbia. Es decir, los directores actuales tienen que dejar de creer que el público mexicano es idiota y empezar a entender lo que quieren ver y lo que les gusta ver. Sólo así podremos generar un movimiento que termine por incluir a exhibidores, distribuidores e instituciones gubernamentales en el crecimiento de la industria nacional.


Sí, por supuesto necesitamos al público en las salas. Se necesita que el público de un salto de fe con las producciones mexicanas de la misma forma que lo dan con otras producciones alrededor del mundo, pero ¿cuántos saltos de fe se pueden pedir si la gran mayoría de las veces, quienes dan el salto terminan dándose de lleno en la cara con una caída que bien pudieron haber evitado? Es hora de que productores y directores tomen la batuta. Y que empiecen a ver a la industria cinematográfica como un negocio sustentable y no como una plataforma para expresar sus más absolutos caprichos y traumas infantiles. Porque sí, muchos de esos traumas generan cine que, bien visto, pueden tener una calidad narrativa impactante. Pero como en cualquier industria que depende de un público, si el público no supera los cuatro pelados, no se puede ni llamar público ni llamar industria.



La recomendación de la semana: Intensa-Mente. Pixar lo vuelve a hacer y nos da lo que puede ser la película del año en cuanto a animación.

sábado, 16 de mayo de 2015

¿Y las propuestas para el cine?


A ver, vamos a meternos en política, cuando normalmente hablamos de cine por aquí, pero es que con tanto Vengador y ahora un loco en las carreteras, la realidad es que no hay mucho de qué hablar en cuanto a cine mexicano se refiere. A menos que nos salgamos de las salas y comencemos a ver lo que sucede o deja de suceder en nuestra industria. Y es que con tanto trajín electoral, de pronto surge una duda que no creo que nadie vaya a resolver o solucionar. ¿Quiénes están poniendo al cine en un lugar de sus plataformas políticas?


Este año se renuevan 9 gubernaturas. Entre ellas, Sonora, Baja California Sur, Campeche, Querétaro y San Luis Potosí se me ocurren como grandes lugares llenos de locaciones que bien podrían representar un nicho de oportunidad para la filmación de películas y la creación de Leyes de Apoyo y Fomento a la Producción Cinematográfica. Sonora, de hecho, tenía en manos de Alfredo Cabral y Sergio Cesaretti una oficina que funcionaba bastante bien en la materia y que, de pronto, dejé de escuchar noticias sobre producciones en el estado. Pero los demás no tienen una estrategia que apoye la producción de cintas en sus entidades federativas, lo que muestra una clara falta de visión de lo que se puede lograr a través de un correcto fomento a la producción. Y aquí, sin ánimos de querer escribir menos y aplicar un copy-paste, les dejo una parte de un artículo que hace un par de años escribí y que sigue sin tener respuesta alguna.


Aquí una propuesta que, espero, encuentre eco en algunos y se multiplique para buscar como sociedad un impulso al séptimo arte y la cultura.


Secretaría de Turismo. A través de impulso y apoyos de participación en especie, la Secretaría de Turismo debería impulsar a productores independientes que tengan un proyecto en el que se muestre un México que a todos se nos antoje conocer. Locaciones nos sobran en el país y si SECTUR se involucrara podría involucrarse en el otorgamiento de permisos, además de apoyo en transportación y hospedaje para las producciones. Además, a través del CPTM, se pueden realizar fam-trips para medios internacionales especializados en cine a las producciones de las cintas en las locaciones seleccionadas.


Secretaría de Economía. A través de Proméxico se debería impulsar la exportación del cine y su inclusión en los tratados internacionales que México firma y ha firmado. En el TLC, por ejemplo, Estados Unidos incluyó su cine como obligatoriedad de proyección en nuestro país, razón por la que tenemos tantos estrenos del vecino del norte. ¿El mexicano? Obviamente “se les olvidó” ponerlo en el proyecto. El programa Proméxico AV es un tanto irreal para el impulso de una industria pues para aspirar a él, el presupuesto de la película debe estar por encima de los 70 millones de pesos. Les reto a que mencionen 5 películas mexicanas que hayan gastado eso. Aquí también debería entrar Relaciones Exteriores.


Secretaría de Desarrollo Social. ¿Qué pasa si uniéramos fuerzas con SEDESOL para crear una base de empleos temporales en comunidades donde llegamos a filmar? Además, se podría desarrollar un proyecto en el que, junto con la dependencia federal, se desarrollen espacios dedicados a la cultura en dichos lugares y que sirvan para dejar una huella social en donde se llevan a cabo las filmaciones. De tal forma no sólo se realizaría una base de empleo temporal por semanas de filmación, sino por construcción y desarrollo de comunidades, de la mano de ONG’s e iniciativa privada.


Aquí una idea para ver si se adaptan a las plataformas de gobierno estatal. ¿Usted le ha escuchado algo a su candidato? Yo no. Y no creo que lo escuchemos, porque para ellos el cine sigue siendo “un entretenimiento” y no una industria que puede generar empleos, bienestar y la reconstrucción del tejido social a través de la cultura.


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Diego Luna tendrá un papel protagónico en la cinta Star Wars: Rogue One. Una prueba de que aquí la industria queda corta y que alguien con talento y mucha disciplina puede llegar muy lejos. Aunque siempre habrá detractores.


Alfonso Cuarón y Guillermo Del Toro están presentes en los Festivales de Cine más importantes del mundo. El primero como presidente del jurado en Venecia. El segundo como parte del jurado de Cannes. Además, Del Toro lanzó el trailer de su nueva cinta, Crimson Peak con la que regresa a sus orígenes. Si no lo han visto, búsquenlo.



Recomendación de la semana: Mad Max: Furia en el Camino. La cuarta cinta de este personaje que Mel Gibson interpretó en los 80 llega 30 años después de su última entrega. Una verdadera joya para los amantes del género. Y, quizá, la mejor película en lo que va del 2015 en cuanto a acción se refiere.